Cómo ya te conté en el post anterior, la cerveza seguía en manos de las mujeres. Pero el caso de Hildegarda (con su independencia económica e intelectual como abadesa de monasterio), era totalmente excepcional. Lo normal es que las mujeres casadas no tuvieran un estatus legal, y las mujeres solteras…. bueno mejor no ser mujer soltera. Esta situación de vulnerabilidad les impedía acceder a los desarrollos económicos y tecnológicos que gradualmente transformaron a Europa de una sociedad agraria a una comercial.
La mayoría de las mujeres europeas seguían bebiendo y elaborando cerveza (desde las mujeres germánicas que elaboraban en los claros del bosque para evitar los invasores del Sacro Imperio Romano hasta las inglesas que mantuvieron sus tradiciones hasta la Revolución Industrial) pero su situación era cada vez más precaria. ¿Y por qué seguían haciendo cerveza en sus casas? Era una cuestión de supervivencia para la familia, esta bebida casera seguía siendo menos peligrosa que el agua y más nutritiva. Y si había un poco de excedente se vendía. Pero las licencias pasaron a estar a nombre de los maridos. Así, ellas seguían trabajando, pero el producto ya no era suyo. Y el dinero que daba, tampoco.
Y entonces pasamos de la Edad Oscura al Renacimiento. Durante esta época se extendió en toda Europa la Inquisición, y una oleada de fanatismo religioso mató a miles de personas, una gran mayoría mujeres (solo en Alemania, entre 1500 y 1782 se ejecutaron a 25.000 mujeres acusadas de brujería). Era bastante fácil acusarte de brujería: si recogías hierbas para calmar el dolor de tripa seguramente fueras bruja. Si vivías sola seguramente fueras bruja. Si sabias convertir agua sucia en un delicioso líquido añadiendo hierbas y con ciertas recetas…. eras bruja casi seguro. Y de aquí viene la estrecha relación entre cerveza y caza de brujas.
Vamos a recapitular: en esta época, eran las mujeres las que producían la cerveza en grandes calderos espumeantes en su cocina, frecuentemente tenían gatos para alejar a los ratones que se comían el grano, indicaban que en esa casa se vendía cerveza colgando una escoba en la puerta y cuando iban al mercado, se ponían un gran gorro puntiagudo para ser vistas por encima de la multitud… ¿te suena de algo?
Calderos, sombreros puntiagudos, escobas, gatos… las mujeres cerveceras son el origen de algunos de los estereotipos más famosos de la brujería. Aunque no se conoce ningún acta de la inquisición en la que se acusa directamente por producción de cerveza, sí que se acusaba a las mujeres de fabricar mejunjes que alteraban la conciencia y ponían en estado de embriaguez, para realizar aquelarres y abusar de los hombres. Y el colmo de la ironía es cuando se acusaba a estas mujeres de ser las culpables de que la cerveza se estropease.
“En una cultura donde la cerveza define parte del carácter nacional, la cuestión de quién controla la bebida es primordial”, observa un escritor del German Beer Institute. Acusar a las mujeres de brujería permitía a los hombres tener el control absoluto del sector. Construyeron cervecerías de producción y formando gremios de comercio internacional, donde solo podía haber varones. Para el año 1700, las mujeres europeas habían dejado de fabricar cerveza.