Se acaba octubre, y con él, nuestros artículos dedicados al Oktoberfest. Estas semanas te hemos contado curiosidades como que sólo seis cerveceras tienen la autorización para participar en este festival o que Einstein trabajó de joven en el recinto colocando bombillas. También te hemos contado como preparar tu particular Oktobesfest en casa, con las cervezas artesanas que más se ajustan a la temática y varias recetas y trucos de decoración para transportarte casi, casi, a Múnich.
Pero aún tenemos más. Si te ha encantado el ambiente y la historia de esta popular fiesta, te voy a hablar de una serie que no puedes perderte¡ (y que, por supuesto, tienes que ver tomando una rica cerveza artesana).
Oktoberfest, sangre y cerveza
El título de la serie ya da bastantes pistas. Netflix nos la presenta así: “Múnich, 1900. El ambicioso cervecero Curt Prank recurre a tácticas despiadadas para construir un salón de la cerveza que domine el lucrativo festival Oktoberfest”.
Así que tendremos a un ambicioso empresario dispuesto a convertirse en el dueño y señor del Oktoberfest, pero al que, en principio, no tiene acceso porque no es de la ciudad. Mientras tanto, su hija, que es muy guapa y muy buena, se enamora del hijo de la cervecería rival, y claro, al padre no le hace mucha gracia. Un par de asesinatos y otros violentos sucesos comienzan a producirse… y ya tenemos intriga servida.
La serie está protagonizada por Misel Maticevic, quien se pone en la piel de Curt Prank, el hombre central de esta historia. Si bien el personaje no existió en la vida real, está inspirado en Georg Lang, un empresario cervecero (entre otras cosas) que alrededor del 1900 llegó a Múnich para establecer su proyecto y dominar el famoso festival.
Es el propio director de la serie, Hannu Salonen, quien nos lo cuenta:
"El espectáculo está basado en un chico del norte de Alemania llamado Curt Prank, quien está basado en una persona real llamada Georg Lang, que viene al sur con el sueño de construir una enorme carpa para 6000 personas en el Oktoberfest. [...] Es importante saber que hasta que él llegó, todo el festival consistió más o menos en un montón de cabañas de madera con algunos granjeros y niños divirtiéndose en un simple carrusel. Era prácticamente imposible que un forastero operara de manera empresarial en el Oktoberfest y no se permitía cerveza elaborada fuera de Múnich. Pero esta persona real, Georg Lang, logró llevarlo a cabo".
La inspiración: Georg Lang
O como era apodado Cocodrilo Georg, llegó cerca del año 1900 a Múnich desde Nuremberg para poner en marcha su proyecto y revolucionar para siempre el festival cervecero.
A fines de 1890 ya había ganado gran notoriedad en su tierra natal como empresario. Pero Georg Land intuyó el potencial que había en Munich y ese festival que había comenzado casi un siglo antes. El problema es que para un extranjero era imposible ganar un lugar en el Oktoberfest, que hasta ese entonces se trataba de unos granjeros mostrando sus animales, niños jugando por el campo y un banquete con abundante cerveza.
Para poder adquirir una licencia en el campo de Theresienwiese (“prado de Teresa”) había que comprar un lote en una subasta en Múnich. Esos lotes limitaban el tamaño de las cabañas que los propietarios podían instalar. Pero en 1895 las cosas comenzaron a cambiar cuando el gremio de tiradores de ballesta lograron conseguir un permiso para diseñar un "castillo de cerveza" más grande.
Las nuevas carpas eran más grandes y muy ambiciosas desde el punto de vista arquitectónico, sin embargo no estaban integradas al anillo central del festival y los lotes aún restringían el tamaño de los pubs centrales.
Hasta que Lang llegó con una gran carpa construida por un conocido de Nuremberg, les pagó a cinco posaderos locales para que fueran sus "testaferros": obtenía la licencia a pesar de ser extranjero, tenía la posibilidad de instalar su carpa y para la ley quienes la administraban eran cinco dueños de lotes de Múnich.
Rápidamente, Lang (con billetera gorda y sin pudor para ofrecer sobornos) se ganó a las autoridades municipales de Múnich, que a pesar de las obvias omisiones a las regulaciones vigentes por parte del flamante posadero le aprobaron la licencia para el Oktoberfest de 1898. Solo un magistrado votó en contra.
En su primera participación en el festival, Lang montó una carpa con capacidad para 6000 personas, 20 veces más grande que los puestos de cerveza habituales. Pero no solo por sus dimensiones fue que la carpa de Lang se convirtió en la principal atracción del festival, sino que además ofrecía grandes conciertos gratuitos.
Desde las 10 de la mañana, en la carpa de Lang se podía ver una orquesta de 30 personas vestidas con típicos trajes alpinos y nadie debía pagar para poder disfrutar del show. El público se volcó masivamente a la tienda de Lang. Además, distribuyó cancioneros con "las melodías más nuevas", también de forma gratuita para atraer a los visitantes y que se animaran a cantar. Como las orquestas no tenían cantantes por la falta de micrófonos -además de beber cerveza- los clientes de Lang formaban un coro que alegraba y divertía a la gente. Una fiesta que cambió las reglas del juego en el Oktoberfest.
De la realidad a la ficción
El director de la serie declaró también: "Es importante saber que hasta que él llegó, todo el festival consistió más o menos en un montón de cabañas de madera con algunos granjeros y niños divirtiéndose en un simple carrusel (…) Antes de la llegada de Lang, las pequeñas cabañas de cerveza tenían principalmente a un chico solitario jugando en un pequeño escenario, en algunos casos junto con un pianista borracho, mientras que la gente se emborrachaba teniendo relaciones sexuales abiertamente. Las pobres camareras tuvieron que venderse como prostitutas ya que sus ganancias consistían únicamente en la propina que recibían. Ciertamente fue un mundo duro, que también retratamos en el programa", cierra el director.
Es decir que más allá de la trama, la serie es muy interesante por su magnífica ambientación, ya que muestra de una manera muy lograda, como era este festival a principios de siglo. Y cómo se asemejaba más a un festival de circo que a las macro carpas que nos encontramos hoy en día.
La serie se ha grabado durante más de cuatro meses en Alemania, concretamente en Bavaria y en Renania del Norte-Westfalia, y en unos enormes decorados construidos ad hoc en la capital de República Checa.
Esta producción alemana se estrenó el año pasado en la plataforma de Netflix, y consta de una temporada con 6 episodios de poco menos de una hora.
Echa un vistazo a las cervezas artesanas que tienes en la nevera (o pídenos uno de estos pack, hechos especialmente para Oktoberfest...) y, ¡disfruta del espectáculo!
Fuente: netflix.com, clarin.com, audivisual451.com